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¿CÓMO SURGIÓ LA CONCIENCIA SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS?
¿CÓMO SURGIÓ LA
CONCIENCIA SOBRE LOS
DERECHOS HUMANOS?
DERECHOS HUMANOS?
La
conciencia de la humanidad sobre los derechos humanos ha sido progresiva.
Siempre hubo derechos humanos y
conciencia de ellos (como exigencias humanas, como valores, como principios
éticos de dignidad y de convivencia) y a lo largo de la historia encontramos también algunas normas
que tratan de protegerlos. Sin embargo la
expresión “derechos humanos”,
como hoy la entendemos, ha aparecido sólo con la modernidad.
Durante muchos años los hombres y mujeres han venido
luchando por mejorar sus vidas. Cada lucha supone un paso hacia la libertad, la
igualdad y hacia el disfrute de una vida más digna. Pero lo que en definitiva desencadenó la
internacionalización de los derechos humanos fue la conmoción histórica de la
Primera Guerra Mundial y, sobre todo, de la Segunda Guerra Mundial, la más
inhumana, sangrienta y dolorosa guerra que ha vivido la humanidad en toda la
historia, durante la cual muchas personas fueron torturadas, encarceladas y que costó la vida a más de 50 millones
de personas.
Al
final de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad tomó conciencia más viva de su
dignidad. La magnitud del genocidio había puesto en evidencia que el tema y
vigencia de los derechos humanos no podía ser sólo un problema doméstico
interno a cada país y, a la vez, que el ejercicio del Poder Público constituye
una actividad peligrosa para la dignidad humana. De este modo, las naciones
convinieron en que las violaciones de los derechos humanos debían ser erradicadas
totalmente, así como también acordaron que no podía dejarse a cargo de cada
Estado la exclusiva responsabilidad de respetarlos, sino que debían
constituirse instancias internacionales para su protección.
Fue
así como surgió la Organización de las Naciones Unidas, cuyo acto formal de
constitución fue la Conferencia de San Francisco en 1945, con la adopción de la
Carta de las Naciones Unidas y el Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia. El 10 de Diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, día que desde entonces se conoce como el Día Internacional de
los Derechos Humanos.
En la Declaración Universal encontramos derechos que
se refieren tanto a la protección individual: vida, integridad, libertad,
seguridad; como también aquellos aspectos que garantizan el disfrute del
bienestar colectivo, tales como: seguridad social, salud, educación, trabajo,
vivienda, recreación.
Aunque la Declaración no tiene las características de
una Ley de obligatorio cumplimiento, sí tiene enorme fuerza moral, pues supone
la obligación de los Estados de respetar los principios en ella contenidos. Su importancia está en que constituye un
acuerdo universal, una concepción común de los derechos de los que gozamos los
seres humanos sin distinción de sexo, raza, cultura, religión u opinión
política.
A partir de entonces el espíritu de la Declaración se ha transmitido a una
serie de convenios y pactos de la comunidad de los Estados participantes de la
ONU, que sí son tratados internacionales que obligan a los Estados
ratificadores a cumplir con ellos. Venezuela suscribió
los postulados y principios contenidos en la Declaración Universal, y así se
comprometió ante la comunidad internacional a hacer efectiva su vigencia.
La Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV) tiene una actitud de respeto y acatamiento a
los tratados y convenios internacionales ratificados por Venezuela. Tanto es así que en el art. 23 concede
rango constitucional a los tratados y
convenios suscritos por Venezuela. Más aún, le concede rango
supraconstitucional, si en dichos tratados y convenios se contuvieren normas
más favorables a los Derechos Humanos que los explicitados en la Constitución.
La
CRBV (art. 3, 19, 22, 26) incluye y se compromete a garantizar de manera
progresiva todos los derechos (de la
primera, la segunda y tercera generación, incluidos los ambientales y
bioéticos). Pero no basta que los derechos estén proclamados, reconocidos,
afirmados en la Constitución y nos conformemos pensando que el Estado tiene la
obligación y deber de garantizarlos. Los
derechos humanos se conquistan. Emergen de la conciencia de los ciudadanos, no
son solo exigencias para vivir como personas, sino que también son exigibles.
Tener
conciencia de exigibilidad de los derechos es haber descubierto y reconocido
que tenemos derecho a exigir el
cumplimiento de los derechos. Este es el medio
para alcanzar una vida digna, en donde se respeten nuestros derechos. Para que
haya una postura de exigibilidad es necesaria la disposición personal y colectiva
de querer hacer algo y hacernos sentir como ciudadanía organizada. Reconocer
colectivamente que merecemos respeto y por tanto respuestas. Sólo una ciudadanía consciente, capacitada, organizada
y articulada puede hacer exigible y sostenible la vigencia real de todos los
derechos humanos.
Todo Poder Público de cada
Estado debe ejercerse al servicio del ser humano: no puede ser empleado
lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona humana y debe ser
vínculo para que ella pueda vivir en sociedad en condiciones cónsonas con la
misma dignidad que le es consustancial.
De esa dignidad germinal con la que nacemos se desprenden todos los
derechos. Sólo con la vigencia de todos los derechos humanos la persona humana
desarrolla su dignidad y se convierte en una persona dignificada.
Los
derechos humanos son hoy mucho más que un mero ideal de la humanidad. Son un
amplio cuerpo de leyes que obligan a los Estados. Su fuente más importante es,
sin lugar a dudas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hoy, al cumplirse 67 años de su
proclamación es un momento importante para valorar si los derechos humanos
proclamados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela son ya
derechos humanos de hecho, es decir, realidades de las que todos gozan y
disfrutan o si es necesario una ciudadanía activa y propositiva que posibilite
vivir todos en una sociedad en la que los derechos humanos no sean
proclamaciones sino realidades cotidianas.
Por:
Estelin Kristen, Animador de procesos de ciudadanía, Fundación Incide
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