LA CIUDAD COMO DERECHO HUMANO

LA CIUDAD COMO DERECHO HUMANO
A propósito de los 500 años de Cumaná

Simón Fuentes - INCIDE

Tener derecho sobre la ciudad es tener derecho a la posibilidad de construir una ciudad en la que se pueda vivir dignamente, pero además es reconocerse como parte de ella. 

Una ciudad que posibilite el derecho a ella, debe tener una administración pública que posibilite la distribución equitativa de los diferentes tipos de recursos que ella tiene.  Por ejemplo el acceso al trabajo, al sistema de salud, al sistema educativo, el acceso a la vivienda, el acceso a la participación política en los asuntos públicos de la ciudad, el acceso a la información, a los espacios públicos, etc. Más aún, el derecho a la ciudad, no es simplemente el derecho a lo que ya está en ella, sino también el derecho a transformarla en algo radicalmente distinto y bueno para todos. La reivindicación de la necesidad de crear otra ciudad, se basa en el reconocimiento de los derechos humanos de sus ciudadanos.

El derecho a la ciudad es el derecho a un hábitat que facilite las relaciones sociales entre los grupos humanos que la habitan. Es el derecho a sentirse parte de la ciudad con sentido de pertenencia social y compromiso en la construcción colectiva de nuestro destino. Es el derecho a vivir dignamente, es el derecho a la convivencia respetuosa, al respeto a la diversidad de pensamiento, a la búsqueda de acuerdo sobre lo común.  Es el derecho a un gobierno de la ciudad consensuado entre ciudadanía y funcionarios públicos, es el derecho a la igualdad de derechos sin discriminación alguna.

Como en la capital del Estado Sucre, el derecho a la ciudad no es un derecho reconocido ni practicado, su reivindicación debe basarse en una dinámica de proceso y de conquista por los mismos ciudadanos, en el cual las organizaciones sociales están llamadas a ser el motor que logre la activación de la ciudadanía.  El derecho a la ciudad es un derecho colectivo, pero especialmente es el derecho de los grupos más vulnerables y desfavorecidos. Estos estratos sociales debería ser un punto de focalización de alta importancia en la labor que desempeñan las organizaciones sociales que promueven participación ciudadana.

El primer paso para reivindicar el derecho a la ciudad es restaurar el sentido de pertenencia a la ella.  Hacer de la ciudad el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva desde los aportes de todos en la búsqueda de un buen vivir. Pero, ¿quién convoca a los escenarios de encuentro? Acaso no debe ser el interés de un gobierno democrático? Evidentemente se necesita voluntad política, también honestidad y respeto al propósito de estos espacios de encuentro que se convoque.

Se puede comenzar a hacer realidad el derecho a la ciudad si se posibilita un ejercicio participativo y de involucramiento pleno de la ciudadanía en una gestión democrática de la ciudad.  Si se da un trato de igualdad y equidad a todos los ciudadanos, y se brinda una protección especial a los grupos y personas en situación de vulnerabilidad. Si se promueve la concertación de un compromiso social con el sector privado empresarial e industrial para que en la búsqueda del desarrollo económico de la ciudad se haga el menor daño posible al ambiente. Si se da un impulso a la economía emprendedora, que genere prosperidad y combata la pobreza. Si se realiza una planificación participativa de la gestión social de la ciudad y se piensa en un desarrollo urbano equitativo y sustentable. También si se establecen garantías para el derecho a la seguridad ciudadana y a la convivencia pacífica.  Los gobernantes de la ciudad también deben favorecer la participación política ciudadana, y preocuparse más por dar garantías a la vigencia de los derechos sociales y civiles contemplados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

La realidad que tenemos.

La ciudad de Cumaná siendo la más vieja del nuevo continente, no es la más vieja del mundo. A pesar de que nuestra ciudad es relativamente joven aún, presenta una situación de envejecimiento que se asemeja a una persona que sobrevive a sus últimos días. Algunos síntomas que se muestran son: problemas en el suministro de agua potable,  sistema de cloacas colapsado y con desbordamientos masivos a la vía pública en varios sitios de la cuidad; servicio de recolección de desechos con funcionamiento irregular lo que no permite la previsión; un servicio de transporte urbano deteriorado y  disminuyendo cada día que dificulta la movilidad urbana; vialidades dañadas u obstruidas que limitan el acceso y la interconexión;  un ambiente contaminado con desechos sólidos, aguas contaminadas, basura; un sistema de atención primaria de salud abandonado; una indolencia de los ciudadanos y de las autoridades públicas. Un completo caos.  Esta no es la ciudad que queremos.           

Entonces qué podemos hacer

La cuestión de considerar qué tipo de ciudad queremos, no puede estar divorciada de las preguntas que plantean: ¿qué tipo de relaciones sociales tenemos? ¿qué tipo de trato damos a la naturaleza? ¿qué tipo de estilos de vida, de desarrollo y de valores sociales deseamos?

El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos, se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de la ciudad. La libertad de hacer y rehacer nuestras ciudades y a nosotros mismos es uno de nuestros derechos humanos más prometedores, pero también uno de los más olvidados.

Las respuestas a la pregunta ¿qué podemos hacer? es muy amplia, sin embargo nos atrevemos a señalar algunos aspectos:
  • Iniciar con un ejercicio de identificación con la ciudad.  Sentirse parte de este hogar que es la ciudad, ser doliente de lo que le pasa a la ciudad, de sus problemas, preocuparnos en serio y dejar la actitud de indiferencia. Que la cuidad sea el ámbito de realización de todos los derechos humanos que tenemos por ser personas.
  • Que promovamos la función social de la propiedad y de la ciudad. Un uso equitativo y responsable de los recursos, bienes y servicios que la ciudad nos ofrece, privilegiando el interés común por encima del derecho individual.
  • Una gobernanza con voluntad política a la superación y al control, todo en una gestión democrática de la ciudad, permitiendo la participación ciudadana en la toda la gestión urbana, y de forma directa y decisiva.
  • Participación democrática en el planeamiento de la ciudad y sus espacios habitables. Permitir el ejercicio del derecho de los ciudadanos a participar directamente en los asuntos públicos, en la planificación de la ciudad, en la gestión de los espacios públicos donde se desarrolla la vida cotidiana.
  • Un manejo sustentable y responsable de los recursos naturales y energéticos en la ciudad y su entorno de manera independiente de otras ciudades y del campo.
  • Permitir el disfrute democrático de la ciudad: la ciudad como espacio abierto al intercambio, el encuentro, el ocio, la recreación y la creatividad colectiva. Evidentemente requiere de garantías a la seguridad ciudadana y el control responsable de estos espacios
No hay ciudad sin ciudadanos libres de incidir en las decisiones que afectan su vida. Así como no habrá una real democracia en la ciudad, en tanto prevalezcan la pobreza, la desigualdad, la exclusión y la injusticia.




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