INICIANDO

De nada sirve la propuesta si, una vez leída, se engaveta. Es contrario a su espíritu el intento de reproducirla. Hay que iniciar el trabajo y dejar que los cauces creativos de la red entramada de la vida relacional de la comunidad la reinvente y recree, sobre todo allí donde la vida se condensa en un nivel de mayor cercanía vecinal, en las áreas vecinales.

Pudiéramos decir, al terminar de escribir y al iniciar a trabajar, que la nuestra más que una propuesta es la narración de una experiencia que está en desarrollo. Por desgracia, al sistematizarla, ha adquirido una estructuración que da a la vida en movimiento cierta apariencia de rigidez e imposición. Lo contrario de lo que hemos hecho y de lo que proponemos que se haga.

Toda nuestra reflexión y el acompañamiento que hacemos a las comunidades está marcada por la ambivalencia: impulsar y desencadenar procesos de libertad, de protagonismo, de participación, en los espacios cercanos de la vida cotidiana comunitaria y, a la vez, procurar que las fuerzas que se desencadenan adquieran dirección hacia procesos de organización que resulten no sólo afectivamente agradables sino satisfactoriamente efectivos para mejorar la calidad de vida de tanta gente cuyo hábitat permanente es la pobreza.

Una pobreza que definimos fundamentalmente más que como carencia -la carencia es un efecto- como una situación estructural de debilitamiento de capacidades y de ausencia de oportunidades, de exclusión de los espacios públicos donde se deciden políticas y distribuyen presupuestos, de expropiación de las cuotas de poder de soberanía que por derecho pertenece a todos y que sólo algunos han concentrado.

Revertir esta situación pasa por la apropiación del poder de base. Poder que, para poder encontrar canales constitucionales y jurídicos de reivindicación de derechos por muchos años negados, debe expresarse en organización constitucional y jurídicamente reconocida y sustentada, con instancias legítimamente constituidas. Es la consecuencia de aceptar el pacto social sobre el que se fundamenta la doctrina del Estado moderno. Límite para el espontaneísmo propio del pueblo venezolano. Pero, a la vez, desafío y puerta abierta para que el poder del pueblo, soberano e intransferible, pueda obligar al Poder Público, delegado y revocable, a concertar políticas de equitativa, no sólo justa, distribución de la riqueza nacional.

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