Bartolomé De Las Casas u otro pretexto

Este texto lleva en su seno la historia de las grandes obras: comienzo modesto y fin sublime. Comenzó su proyecto como un pequeño folleto para explicar el origen y la razón para dar el nombre del santo fraile dominico: Bartolomé De Las Casas, al Centro de Convenciones creado bajo el auspicio de la Vicaría y de la Arquidiócesis de Cumaná. Terminó siendo un texto sencillo y profundo que otea y profundiza en los azules mares de la investigación histórica. En esta obra se renueva la potencia del pensamiento de Abilio López, su continua curiosidad epistemológica y su innegable claridad pedagógica. Más de cien páginas y más de una docena de textos investigados dicen de la seriedad del esfuerzo. En esto último quiero detenerme. Es usual la erudición y el resumen de autores, pero es extrañísimo el tejer un pensamiento propio, pasando por los autores, atravesándolos, superándolos, ganando de ellos en el proceso de deconstrucción intelectual, como dicen en Venezuela los investigadores del Cip. Pues eso último es lo que hace - por propia cosecha - Abilio López. No por nada el Prólogo del texto lo hace el cronista oficial de la ciudad de Cumaná, Ramón Badaracco.
La seriedad el tratamiento histórico - una vez más - se junta con la luminosidad del uso poético en la obra. Un uso certero de las metáforas da animosidad al texto. La utilización continua de periodos bien construidos y de un uso del lenguaje - casi al estilo de Armas Alfonzo - directo y cincelante producen gozo intelectual. Nada de artificios envolventes; nada de vacuidad terminológica.
El texto tiene esa propiedad descollante: despertar interés racional y suscitar la emergencia de sentimientos. ¿Cuántos textos de la literatura nacional reúnen ambos méritos?
Me atrevo - en mi hermenéusis - a dar un juicio mayor: el hilo conductor de su narración emerge sonoro de principio a fin. Eso da - en el lector - la impresión de autenticidad. Bartolomé el encomendero troca su espada en cruz. La generosidad bruta de su corazón se hace finura en brazos del indio. El amor hace semejantes a amante y amado. De Las Casas se hizo indio y de su "corazón armado" surgió la defensa. Derecho de las Indias y Justicia indiana. Bartolomé se hace "Derecho y Justicia" para el indio. Defensor ante el Rey, ante Sepúlveda, ante Quevedo. De la defensa apasionada y meditada surgió el Derecho y las leyes: las de Indias, Barcelona, Burgos... Del amor entrañable del sevillano brotó el respeto a la dignidad de la Costa de Perlas de Cumaná, Santa fe, Paria, Pertigalete, Píritu... La vida convertida de un español enamorado de América, de la Tierra de Gracia, llevará al Padre Las Casas a rechazar la encomienda y el rico obispado de Cuzco por el pobre de Chiapas. ¿Loco? ¿Furibundo? nos pregunta el autor al final de este buen libro. Si afirmamos, la respuesta inunda toda nuestra historia de locura: Losada, Ordaz, Fernández de Zerpa, Díaz Moreno... Más bien el buen obispo Las Casas se trajo Andalucía en el pecho y en la América sembró la Nueva Andalucía de sus amores. La Nueva se le convirtió en tan grande amor que de regreso a la vieja, jamás se quedó. El ancho mar y su gente le llamaron. Mar y gente luminosos, pero oscurecidos en la medianoche del mundo. En él - nos dice Neruda - surge una luz antigua, suave y dura como el metal: Bartolomé De Las casas.

LOPEZ A., Fray Bartolomé De Las Casas, Ced, Cumaná 1997.

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